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Eduardo Arauz

Eduardo Arauz
Pulsación

Buenos Aires, febrero de 2002

¿Cómo saber la diferencia entre lo que se ve y lo que queda? Ahora que estás lejos, vuelvo a preguntarte en esta carta lo mismo que no me contestabas cuando estabas cerca. Me pedías que no te mirara siempre en el mismo lugar; me hablabas del espacio entre nosotros, que tu cuerpo tiene capas cuando mis ojos te ven, como detrás de un vidrio, me decías, y yo no entendía y seguía buscándote. ¿Por qué debo perderte?
Todavía están tus pulseras en mi mesa, ¿ o sos vos?
Mido, me obsesiono, cuento: una, dos, se borra tu primer imagen, la primera, la que está adelante y te encuentro perfecta en el centro, suspendida, pensando que esta vez pude verte realmente, tal como lo pedías, y pienso que lo que es entre nosotros es sólo lo que se ve, que así son las cosas, que lo mismo da mi ojo y tu espejo, porque calco cada torción, cada color tuyo, y nada de lo que veo queda en el final, ni mis ojos ni tu espejo. Y entonces, otra vez te vas.
Son capas, eso ya lo sé; lo dijiste tantas veces... No es tan difícil que entienda que podés acumularte, que definís los límites de la luz a tu antojo, que sos vos la que decide hasta dónde puedo llegar yo.
Creo que ya te dije que tus pulseras están aún sobre mi mesa.
Y aún no dejo de mirarte.

Gustavo Varela
Este texto formó parte de la muestra en el Fotoespacio del Retiro, Torre Monumental, marzo de 2002.
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Eduardo Arauz (2001)

Sobre el papel se imprime la obra de arte, técnica, proceso de líquidos que revelan y develan, sobre el blanco que no es definido por la mano del artista sino por la industria. La lente atrapa y estanca al objeto, para llevarlo hasta su costado amorfo y hacerlo víctima de la mirada del que mira.

Los dados o las fichas, un sorbete en línea que establece el horizonte, la grana repostera que se hace impresionismo, para desafiar los límites, siempre lo mismo, forzar al que ve a sobrepasarse. La obra de Eduardo Arauz resulta molesta, incómoda. Acaso porque proponga una dialéctica entre la cosa y el arte en una tensión plana, en dos, ancho y altura, sin síntesis pero de la que hay que salir. Me pregunto si la foto también es un objeto y entonces temo que la obra me involucre en un retorno eterno, de la cosa al arte y otra vez a la cosa.

Tal vez sea posible escapar de esa trama: trazar la tangente al círculo, encontrar ese único punto donde la línea lame al encierro, ni arte ni cosa, ni siquiera su síntesis. La tensión no se resuelve, nunca, ni en ésta ni en aquella fotografía. Arauz pretende que el que mira se haga esa línea que puede tocar la fricción entre lo bello y lo real, tan sólo un instante, y después subir. Ese es su capricho.

Gustavo Varela
Buenos Aires, abril de 2000
Este texto formó parte de la muestra en la fotogalería del Rojas, mayo de 2000.

    contacto: ed7uz@rocketmail.com
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