Rodolfo Walsh |
Buenos Aires. abril 27 |
Querido Roberto:
(...)
En este clima, comprenderás que las únicas cosas sobre
las que uno podría o desearía escribir, son aquellas
que precisamente no puede escribir, ni mencionar; los únicos
héroes posibles, los revolucionarios, necesitan del silencio;
las únicas cosas ingeniosas, son las que el enemigo todavía
desconoce; los posibles hallazgos, necesitan un pozo en que esconderse;
toda verdad transcurre por abajo, igual que toda esperanza; el que
sabe algo, no lo dice; el que dice algo, no lo sabe; el resultado
de los mejores esfuerzos intelectuales se quema diariamente, y al
día siguiente se reconstruye y se vuelve a quemar.
Este cambio doloroso es sin embargo extraordinario. Para algunos,
la vida está ahora llena de sentido, aunque la literatura no
pueda existir. El silencio de los intelectuales, el desplome del boom
literario, el fin de los salones, es el más formidable testimonio
de que aun aquellos que no se animan a participar de la revolución
popular en marcha lenta marcha, no pueden ya ser cómplices
de la cultura opresora, ni aceptar sin culpa el privilegio, ni desentenderse
del sufrimiento y las luchas del pueblo, que como siempre está
revelando ser el principal protagonista de toda historia. (...)
¿Nos veremos? Lilia y yo no perdemos la esperanza de que alguna
coyuntura favorable lo permita. Entretanto te rogamos transmitir a
todos los amigos y compañeros nuestro cariño, nuestra
confianza y, por encima de todas las cosas, nuestra inconmovible seguridad
en la victoria de los pueblos que profetizaba el Che. Un abrazo,
Rodolfo
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Fragmento de carta a
Roberto Fernández Retamar, 1972
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