pires de metal : vincent van gogh octubre de 2002
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Vincent van Gogh
 

21 de abril de 1889

Tendría miedo de perder la facultad de trabajar, que retorna ahora, forzándome, y cargando además con todas las otras responsabilidades encima, de tener un taller.
Y provisionalmente deseo quedar internado; tanto para mi propia tranquilidad, como para la de los demás.
Lo que me consuela un poco es que comienzo a considerar la locura como una enfermedad como cualquier otra y acepto la cosa como tal; mientras que, en las crisis mismas, me parecía que lo que imaginaba era la realidad. En fin, justamente no quiero pensar ni hablar de ello. Permíteme evitar las explicaciones; pero a ti, a los Sres. Salles y Rey les pido que para fin de mes o para los comienzos del mes de mayo me admitan allá como pensionista internado.
Recomenzar esta vida de pintor como hasta ahora, aislado luego en el taller y sin más recurso para distraerse que ir a un café o a un restaurante, con toda la crítica de los vecinos, etc... yo no puedo; ir a vivir con otra persona, aunque fuera otro artista -difícil, muy difícil- es tomar sobre sí una responsabilidad demasiado grande. No me atrevo ni siquiera a pensarlo.
En fin, comencemos por 3 meses, después veremos; la pensión debe ser alrededor de 80 francos y me dedicaré un poco al dibujo y a la pintura, sin poner tanto ardor como el año pasado. No te apenes por todo esto. Ocurre que estos días, desocupando la casa, transportando todos mis muebles, embalando la telas que te enviaré, era todo muy triste; pero me parecía más triste todavía que, después de tanta fraternidad, todo esto me lo habías dado tú y durante tantos años eras sin embargo tú solo el único que me sostenía, y al final acabar en la necesidad de repetirte toda esta triste historia; pero me es muy difícil expresar lo que sentía entonces. La bondad que has tenido para conmigo no se ha perdido, pues si la tuviste, te queda; así que, aun cuando los resultados materiales fueran nulos, sin embargo con más razón te queda; pero no lo puedo decir como lo sentía.
Ahora, ya comprenderás que si mi locura ha venido evidentemente por culpa del alcohol, habrá sido muy poco a poco y también se irá muy poco a poco, en caso de que se vaya, por supuesto. O si vino de fumar, pues lo mismo. Eso es lo único que deseo -la curación- (...)
Te aseguro que en estos extraños días, en que tantas cosas me parecen grotescas porque mi cerebro está agitado no llego a detestar al tío Pangloss.
(...) En cuanto a mí, ya comprenderás muy bien que no habría escogido precisamente la locura si hubiera tenido que elegir, pero cuando a uno le cae una carga semejante, ya no pesca nada más. Al menos, quizás me quede también el consuelo de continuar trabajando un poco en la pintura.
(...)
Todas tus bondades para conmigo las he encontrado hoy más grandes que nunca; no te lo puedo decir como lo siento, pero te aseguro que esa bondad ha sido de buena ley y si no ves los resultados, mi querido hermano, no te apenes por esto; te quedará la bondad.
(...)
Si ves a Gauguin o si le escribes, dile muchas cosas de mi parte. Me alegraría mucho saber algunas noticias de lo que dices de la madre y de mi hermana; y si se encuentran bien, diles que tomen mi historia -¡a fe mía!...- como una cosa por la cual no deben afligirse desmedidamente, porque soy relativamente desgraciado, pero quizás me queden todavía a pesar de esto algunos años casi comunes en perspectiva.








Cartas a Théo, Editorial
Labor SA, Barcelona, 1992.


Páginas 329 a 333,
fragmentos carta 585, Arlés
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