Wasmes, abril de 1879
Los obreros de esta mina son generalmente personas demacradas
y pálidas de fiebre, tienen el aspecto fatigado y gastado,
ajado y viejo antes de tiempo, las mujeres en general están
descoloridas y mustias. Alrededor de la mina están las viviendas
miserables de los mineros, con algunos árboles muertos y
completamente ahumados, hileras de arbustos, montones de basura
y de cenizas, montañas de carbón inutilizable, etc.
Maris habría hecho un cuadro admirable.
Yo confieso no saber por qué será, pero siempre la
vista de las estrellas me hace soñar, tan simplemente como
me impulsan a soñar los puntos negros que representan en
el mapa las ciudades y lugares. ¿Por qué, me pregunto,
los puntos luminosos del firmamento nos serían menos accesibles
que los puntos negros en el mapa de Francia?
Si tomamos el tren para irnos a Tarascón o a Ruán,
tomamos la muerte para irnos a una estrella.
Lo que es realmente cierto en este razonamiento es que, estando
en vida, no podemos irnos a una estrella; lo mismo que estando muertos
no podemos tomar el tren.
En fin, no me parece imposible que el cólera, el mal de piedra,
la tisis, el cáncer, sean medios de locomoción celeste,
como los barcos a vapor, los ómnibus y el ferrocarril, lo
son terrestres.
Morir tranquilamente de vejez sería ir a pie.
Me parece siempre ser un viajero que va a alguna parte y a un destino.
Si me digo: alguna parte, el destino, no existen, me parece bien
razonado y verídico.
(...) Y yo también, al final de la carrera, estaré
equivocado. Que sea. Me encontraré entonces con que no sólo
las Bellas Artes, sino también todo lo demás, no eran
más que sueños, que uno mismo no era nada. Si somos
tan ligeros como esto, tanto mejor para nosotros, ya que nada se
opone entonces a la posibilidad ilimitada de la existencia futura.
De donde se explica que en el caso actual de la muerte de nuestro
tío, el rostro del muerto estaba calmo, sereno y grave. Cuando
es un hecho que en vida él no era así, ni con mucho,
ni siendo joven ni cuando viejo. Tan a menudo he comprobado un efecto
como éste al observar a un muerto profundamente, como para
interrogarlo. Y esto es para mí una prueba, no la más
seria, de una existencia de ultratumba.
Si se estudia el arte japonés, entonces se ve a un hombre
indiscutiblemente sabio, filósofo e inteligente que pasa
su tiempo ¿en qué? ¿en estudiar la distancia
de la tierra a la luna? no; ¿en estudiar la política
de Bismarck? no; estudia una sola brizna de hierba.
Pero esta brizna de hierba lo lleva a dibujar todas las plantas;
luego las estaciones, los grandes aspectos del paisaje, en fin,
los animales, después la figura humana. Pasa así su
vida, y la vida es muy corta para hacerlo todo.
(...)
Y no se podría estudiar el arte japonés, me parece,
sin volverse mucho más alegre y más feliz.
Comienzos de abril de 1889
Escucha, no tengo derecho a quejarme de cualquier cosa de Arlés,
cuando pienso en algunos que he visto y que nunca podré olvidar.
Septiembre de 1889
En verdad, estoy muy contento de que mientras aquí a veces
hay algunas cucarachas en el comedor, en tu casa hay mujer y niño.
Por otra parte, es tranquilizante que, por ejemplo, Voltaire nos
permita la libertad de no creer absolutamente en todo lo que imaginemos.
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