Desde que me escribiste, en aquel día tan claro y lejano,
he querido explicarte, que no puedo irme de los días, ni
regresar a tiempo al otro tiempo. No te he olvidado - las noches
son largas y difíciles.
El agua. El barco y el muelle y la ida, que te fue haciendo tan
chica, desde mis ojos, encarcelados en aquella ventana redonda,
que tú mirabas, para guardarme en tu corazón.
Todo eso está intacto. Después, vinieron los días,
nuevos de ti.
Hoy, quisiera que mi sol te tocara. Te digo, que tu niña
es mi niña, los personajes títeres, arreglados en
su gran cuarto de vidrios, son de las dos.
Es tuyo el huispil con listones solferinos. Mías las plazas
viejas de tu París, sobre todas ellas, la maravillosa - Des
Vosges. tan olvidada y tan firme.
Los caracoles y la muñeca-novia, es tuya también -
es decir, eres tú. Su vestido, es el mismo que no quiso quitarse
el día de la boda con Nadie, cuando la encontramos casi dormida
en el piso sucio de una calle.
Mis faldas con olanes de encaje, y la blusa antigua que siempre
xxxxx hacen el retrato ausente, de una sola persona. Pero el color
de tu piel, de tus ojos y tu pelo cambia con el viento de México.
Tú también sabes que todo lo que mis ojos ven
y que toco conmigo misma, desde todas las distancias, es Diego.
La caricia de las telas, el color del color, los alambres, los nervios,
los lápices, las hojas, el polvo, las células, la
guerra y el sol, todo lo que se vive en los minutos de los no-relojes
y los no-calendarios y de las no-miradas vacías, es él.
Tú lo sentiste, por eso dejaste que me trajera el barco desde
el Havre donde tú nunca me dijiste adiós.
Te seguiré escribiendo con mis ojos, siempre. Besa a la niña...
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