pires de metal : gabriel garcía márquez septiembre de 2002
   <
Gabriel García Márquez
El amor en los tiempos de cólera (final)

 


Su conclusión, al cabo de una ristra de improperios bárbaros, fue que no encontraba cómo salir del embrollo en que se había metido con la bandera del cólera.
Florentino Ariza lo escuchó sin pestañar. Luego miró por las ventanas el círculo completo del cuadrante de la rosa náutica, el horizonte nítido, el cielo de diciembre sin una sola nube, las aguas navegables hasta siempre, y dijo:
-Sigamos derecho, derecho, derecho, otra vez hasta la Dorada.
Fermina Daza se estremeció, porque reconoció la antigua voz iluminada por la gracia del Espíritu Santo, y miró al capitán: él era el destino. Pero el capitán no la vio, porque estaba anonadado por el tremendo poder de inspiración de Florentino Ariza.
-¿Lo dice en serio? - le preguntó.
-Desde que nací -dijo Florentino Ariza- no he dicho una sola cosa que no sea en serio.
El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.
-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -le preguntó.
Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.
-Toda la vida -dijo.

 
   <
t e r r a z a
 
libros música multimedia sala revista infrecuente surtido kiosco muelle
hacemos terraza | e.mail