libros : lomasombra
donde estoy

Lomasombra


Ariel Williams
2003



contacto: verbocopihue@hotmail.com

LOMASOMBRA
Ariel Williams


(Cuadro de Chagall y cita de Juan Rulfo)

A la memoria de Juan José García



1
era era


gente
como pedazos de luz, de olor, de sonido,
nos entra la gente a horas intermedias
o detenidas


1.
afuera se escuchan alpargatas y moscas,
pisadas entrando al pedregullo;
pasan hombres cantando y con olor a sal,
el cuchillo poroso de un gargajo rompe la noche;
una risa y un perro que es sonido
en los barriales oscuros;
alguien cae a la sombra donde rueda
un vaso,
donde el dedo de dios acaba de señalar
a un corazón que se duerme

2.
ya bien temprano se huele el frito, gente
que acompaña la mañana con empanadas;
la ventana de la cocina es un cubo amarillo
en el madrugón
cuando se degüellan los gallos;
lo demás es todo oscuro,
bien molido de tierra negra;
dos pinceladas de un cuerpo de mujer
se mueven en la penumbra de una pieza,
es la misma mujer que me quemó de baba,
contra el cerco, hace dos veranos

3.
la barra de neón tiembla e interrumpe
la realidad,
se apaga, deja gusanos temblando
en el cilindro de vidrio;
los pasos caminan por el mundo oscuro
de la noche,
pasan junto a varias ventanas iluminadas,
se juntan con un perro;
entran en otra oscuridad,
encienden una luz más amarilla

4.
los gallos vuelan de voz puro cogote,
levantan del zanjón negro el alma
de los dormidos;
hay quienes se arrastran a media tierra
y ponen a quemar el agua,
hay otros que se hunden en el occipucio
de la frazada
y desalojan de la próxima luz
toda la parte puerca de la maquinaria;
ella viene lo mismo, más pura y más indigna
que la muerte.

5.
el parloterío de las personas de ropa oscura,
faldas negras, sombreros de fieltro, cintas
en las mangas de los sacos,
se para cuando bufa el carromato en el barro
y bajan las tablas, las flores, los velones,
las aceitunas, el violín;
las mujeres untan al muerto
con sus manos como calamares,
revolean los ojos, escupen en el piso;
los hombres acomodan el caballete
y se dedican a sudar aguardiente y humo;
asique parece que alguno se fue
con la yaya negra

6.
el tipo ceñudo va armando cigarros
y los apila en la mesa;
hace la pirámide de keops, kefrén y micerino;
el ventilador cuelga del techo y degüella
el calor;
el hombre está en el pozo más central
de la temperatura,
el lugar de los dedos sudados;
si hubiera un pianista, tocaría
la mazurca del pegajoso
y después habría que desenredarle los dedos
con vinagre

7.
por la pendiente abajo, los que rodaron
fueron los que durmieron;
quedaron apilándose justo cerca del agua,
que va lejos;
uno se fue con la húmeda,
porque no vino a reponerse después de tanto
sueño;
se le durmió todo lo que le quedaba de gente



unos hombres
y dijo que, sin embargo,
hay otros que son no-hombres



1.
desde el techo, alguien mira y ve pasar,
a veces, nubes como pedazos de tierra;
eso es cuando inclina el cilindro rojo
y el color pasa a su garganta; carraspea,
abajo crujen pasos de hombres en la grava;
de ahí viene, extendiéndose, la música
de los hombres que bailan o gritan o se ríen;
algunos de ellos van entre los árboles,
a un lugar oscuro
para bailar uno arriba del otro y sin ropa;
otros se encierran en una pieza y toman
o tiran las cartas, gritan, se ríen,
enrojecen,
vuelcan la mesa y se clavan
triángulos finos brillantes en el cuerpo:
en esos casos, alguno queda tirado en el suelo
y la madrugada parece entrar con el vino espeso
que el caído pierde por el abdomen

2.
llega la gente de los violines, o sea que debe ser
navidad;
la música viene de lejos, los violines lloran con el cuerpo,
como gatos sobre barro recién llovido;
un hombre prende fuego en su patio
y clava junto a él una carne hasta quemarla;
otro hombre lava los platos y pone la mesa;
un tercer hombre, más joven, se calza medias finas,
largas hasta cerca de la ingle y después mira su doble
en el vidrio anochecido;
la gente de los violines trae manzana fermentada
de río negro, dulce de duraznos,
chancho quemado con sal, cilindros de tabaco,
violines que vienen cantando;

la gente de los violines no es hombre

3.
en la mesa larga, la luz del mantel,
las caras enrojecidas entrando en gloria,
las voces de estos hombres que parlotean
sonidos sin sentido;
sus posturas de saciedad, sus cuerpos desabrochados;
un sol que corta las cosas sin sombra
y las clava en el fulgor donde no hay lugar;

en la despensa -dos hombres fueron a buscar dulces-
uno aprieta al otro, más joven,
contra las estanterías, le desnuda la cintura,
le arranca la pollera y la tira al piso sucio;
el hombre mayor se bambolea contra el cuerpo del otro,
los dos se mueven como muñecos espasmódicos

4.
sobre una mesa de madera cuarteada,
unas rodajas de tripas rellenas, muy rojas;
la luz blanca, las cortinas relucientes
de tormenta, el piso oscuro
moteado por las pisadas apócrifas de alguien;
a la derecha, una puerta, una habitación
donde se mueve la enagua de un hombre
que acomoda pedazos de tela en una caja con tapa;
sus ojos transpiran mucho,
pasa un pedazo de tela blanca por su cara,
posa su mano afiebrada, fina, larga, en una silla;

aunque hay otros hombres afuera de la casa,
ninguno de ellos dice nada;
algunos secan también sus ojos transpirados

5.
este hombre trajo el carro, desenganchó los caballos
con el barro hasta los tobillos,
les pegó unos baldazos de agua jabonosa gris
que se escurrió por las rejillas como dedos cortados
en el patio de cemento,
les tiró pasto húmedo;
fue a comer un plato fuerte, cargado
de pólvora roja;
se hundió en agua helada
para sacarse la cólera;
sintió deseos de conocer a otro hombre
y entró a un lugar donde había luz grande,
hombres hermosos, curvos, con labios morados,
abiertos, esperando cuerpos

6.
un hombre recién casado sale a la calle
después de la primera noche, llevando
todavía
el aroma de su esposo; la noche ha sido larga
y el mediodía abre ahora sus luces crudas,
olores mezclados con tierra,
fritangas muriéndose, velas derretidas;
solamente se puede comprar vino blanco
o sidra, aceitunas, peras con fantasmas adentro,
tabaco-de-los-muertos;
el hombre recién casado, entonces,
hace algunas compras, se acalora porque todos,
los hombres,
buscan en su cara la primera transpiración,
el fuego de la noche,
y porque todos saben que ahora, él,
ya es hombre

7.
estoy entre unos hombres que duermen
en puro cielo, desnudos;
ahora que están acostados mirando cómo pasan
unas nubes por la negrura,
parece que tuvieran los ojos fríos, perdidos
en el silencio de los animales blancos;
uno se desabraza de otro,
se agacha y orina no muy lejos, produciendo
el único sonido tierno de la noche;
y después parece que vuelve y vuelve
a los brazos de su hombre,
y parece que todos nos podemos dormir

8.
ahora soy por ahí también un hombre;
vi a unos hombres montar unos animales grandes,
relucientes, nerviosos, con caras largas extrañas;
arranqué del agua unos seres marrones como manos;
tragué, en un lugar cerrado y caluroso,
con unos hombres de caras turbias, un líquido fogoso;
hice vistas contra otro, con un cuchillo,
hasta que de golpe le cayó sangre del abdomen;
fui a un lugar donde unos hombres con olor dulce,
con la cara llena de pintura, casi no vestidos,
me recibieron,
y uno de ellos me dejó entrar en su panza
hasta que parecía que los dos temblábamos;
vi a un animal enorme del agua morirse
en la costa y dejar su olor triste;
una vez llegué a una casa donde unos seres gritones
me quisieron comer

9.
miro a los hombres;
los veo moverse a la música algunos días,
gritan ríen, suspiran como si tuvieran viento
adentro;
los veo inflarse, ponerse rojos ser gallos,
los veo querer quererse, quisieran;
veo sus ojos enfermos, sus patas flacas blancas
con los pelos desparejos;
veo también sus miembros suaves, sus pies
delicados,romos,
entrando en los zapatos puntiagudos,
en las botitas de seda;
los veo entrar en la sombra
y desparramarse adentro de la tierra
como si de sus cuerpos salieran dedos urgentes,
especialistas en tocar violines mudos

10.
aunque, a veces, pienso que yo, por ahí,
soy también no-hombre
(...)



2.
nombre nombre



un viajero

dios es un sol reseco,
una mala angustia en el viaje de un señor,
una cosa muy hablada que los siglos dejaron
en silencio



1.
ahora se siente el viento como lenguas de señoras
húmedas,
pasando el yuyal mugriento, el bosquecito azul
de tierra,
las pálidas lápidas junto al mar,
la superficie de los muertos cerca del morir,
el cielo reluciente;
ahora escucho los suspiros debajo de la tierra,
cuando siento el aire baboso en la nuca
y doblo hacia el valle cortado en pedazos
de luz

2.
se huele que anduvieron los espíritus santos,
se huele ese olor de muchachas salvajes;
en esta posada anda la bronca oscura,
éste es lugar de la enfermedad y de los malos sueños,
de la música blanda del morir;
acá se cocina en la luz más cruda
el pedazo de carne que arrancaron
a la virgen maría;
todavía se escucha el suspiro lento, tibio,
salado,
la corriente de ocho mil lenguas interiores
que la subió a la luz

3.
como el amigo que pasó al otro lado
está en la zona de los pálidos,
yo viajo para ser él,
sus notables costillas cuadradas,
su espíritu ancho bajo el agua, nadando
con los brazos rojos
hasta encontrar la superficie de limo
y caminar sobre ella con pies de sílaba

4.
a veces voy por las rutas blancas,
entro en los pueblos - azul, tres arroyos -
de los que acaba de irse, dejando
la escritura de su paso:
nombres falsos en hoteles, cuentas
y cigarrillos apagados, putas
seducidas, cuartos llenos de olor
a humo y a naranjas,
un hombre muerto una vez, en un tugurio;

sus pasos no entendiendo el mundo,
al lado de lo que yo debería haber vivido

5.
en un hotel de san antonio oeste,
encuentro un papel abollado que dice:
“estoy entre unos hombres que duermen
en puro cielo”;
cómo estar adentro de él sin haber
leído desnudos,
sin haber leído el cielo puro
a través de un pedazo de la madre
perdida

6.
pasillos fríos, habitaciones penumbras,
lámparas acostadas en el barro del piso,
un grafitti en el fondo de una lata
que dice “lenguayo”:
imagino un pez chato en el fondo,
imagino una sombra que se fue
y dejó las huellas de sus sílabas
gusaneando en la tierra

7.
llego también tarde a tornquist,
donde me abren habitaciones claras
y camas frescas, luz
donde desayuno perdiz con pimienta
y leche fría
- el aire de la mañana parece agua tibia;

encuentro en un fogón papeles negros
con escamas pegadas en el margen
como si fueran huellas digitales;
por un segundo, los peces finos como láminas
se escapan, gotean
por el borde de las hojas,
se hunden en la ceniza




ciudad-loma
el cielo tiene lugar adentro de otro instante
que fue vivido y muerto al mismo tiempo
por una sola persona, para siempre

“Notre ombre fait suite á nos mains.”
Pierre-Jean Jouve.


1.
sonido de las luces entrando a ciudad-loma:
son y son luces perdidas en caídas oscuras,
olor a pescado,
callejas que dan a unos acantilados negros,
barro endurecido en cosidas y costurones
-todas las huellas están parando en estas calles
y los peces nacieron o llovieron en la oscuridad
del barro-;
los postes de luz ondean y erizan las distintas lomas
donde las huellas tiemblan, cuerpos grises
en los pies desnudos -revientan bajo las cubiertas
como bolsas de carne desinflada

2.
la pieza del hotel da al murallón de la noche,
en algún lado murmuran los músicos, muerden
lo negro unas luces púrpuras en la lomada
- “solestoy, mufun suguirru, humu”, escucho-,
y sí, digo, mufun suguirru, humúo, humúo;
se corta la luz en ciudad-loma y duermo
ahumado en la colcha, fresco,
con el cuerpo hundido como en grasa de tocino;

al despertar, veo en el fondo de la barranca
unos esqueletos de “niños”

3.
las carnicerías se abren a la mañana fría,
muestran pulmones de “niño”, que cuelgan
como ristras de grandes sexos morados o
como insectos extraños del mar negro;
por las calles chorrea el agua jabonosa
que desciende al piso de las almas:
con ella baja el secreto o la sangre
del caballo triste, del hombre dos veces,
de la sábana temblando

4.
antes de que cierren la toma y se hunda
ciudad-loma en el mar negro,
desemboco en un pasaje que lleva a una serie
de patios, donde ya encendieron las velas:
atravieso gritos y tumultos de chicos,
canciones suaves de mujeres escondidas,
el humo acre de un asado de “madrecita”
que prepara un viejo, sentado en la tierra:
me alarga un vaso de vino y me invita
a comer; me siento en la tierra caliente
a la luz de las velas, muerdo la carne,
entro en el mundo luminoso del vino:
sueño un patio al que nadie ha llegado
donde duermen los restos del que busco:
despierto al cielo frío, atravesado
por nubes lentas como joyas

5.
muerto, el que busca está muerto,
dice el pianista manco, antes
de tocar con su única mano;
está muerto, repite, cuando viene
el turno de la mano ausente
y en su voz suenan dedos apagados
que escucho igual, como tacto
en el cuerpo;
el hombre requinta su sombrero
y sonríe y retoma la melodía;
en el otro silencio de los dedos
muertos, salgo a la calle:
su amigo, dice, me iba a comprar
un brazo ortopédico este año,
para navidad,
y su mano sola
vuelve a estar sola

6.
esplendor de los bajos fondos, cuando ciudad-loma
oscurece y tiemblan
las velas,
cuando con dientes cuadrados se muerde carne aromática
de animales muertos
- fritos terribles, vinos pesados como barro -,
y se entra al humo hirviente y gritado
de las gallerías,
se aliviana la vejiga en patios apartados,
donde duermen los perros:

entro en mí caminando por un pasillo embaldosado
con una mujer de ojos neutros

7.
la mujer neutra me lleva al puerto entre dos lomas
-pasamos por canales simétricos, iguales, perfectos,
con un agua extraña que sube,
cerca del lago donde viven los pulmones;
el cielo es una pantalla blanca helada;
paramos a tomar un trago en un tugurio,
un trago quemado por el cristal en medio
de la luz
-recuerdo otra vez que voy a la ombra-;
la luz traza una raya definitiva sobre la última
sílaba del sol
en esta zona fría donde la tierra es vidrio negro;

yo soy la mujer neutra.

 

libros : lomasombra
t e r r a z a
 
libros música multimedia sala revista infrecuente surtido kiosco muelle
e.mail