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duchamp

Duchamp


Planos de cristal entresacados a modo de poemas de viaje

Claudia Elisabet Sastre

"Debiéramos ser o llevar una obra de arte"
Oscar Wilde

1. VIAJE.

Es, definitivamente el viaje.

Cruzo los girasoles
y veo a Van Gogh
desnudo y sin orejas.

El viejo Vincent.

Finalmente, todos llegamos a viejos.

Recito en voz alta
éste es nuestro manifiesto.

Es el viaje y viajar es un placer
contigo.

Y siempre los muchachos
de los pueblos que cruzamos
nos tiran piedras
como si nos arrojaran corazones.

Siempre los muchachos, dicen.

Pero yo digo aquí y allá
los muchachos son
como el Viejo Vincent
como los girasoles
como los desnudos sin orejas.




Al olor del durazno
hemos ido, posesos
cual su pequeño ojo.

Estar entre sus piernas, al paso
al trote y al galope.

Con la boca abierta, nos reíamos
así, y en los dientes amarrada
la risa de muérdago.

Y las manos inflamadas
escribían, dibujaban
este blues by bijoux de bacanal.




Porque quise ser judío
y no pude.

Fui francés.




Pequeño fruto de la higuera
tronco familiar burgués.

Una dama
recamada de abalorios.

Lo mismo ser judío
que mujer.

Esa virgen que entra
dolorosamente desnuda al mar
y nada
tienen para sacarle los deseosos.

La delicada baby que se trepa
a los camiones, para morder
en los torsos de la ruta
un pan, un trozo de ternura.

Ese músculo, parche de tambor
cajita andina
pellejo al hueco, tenso.

Bis de bijoux que besa
al doble de su edad.



Mantis, el pelo volcado
hacia adelante
lava las camisas.

Mujer habitada por otro.

Su pelo es humo por liviano
por su olor.

A su hombre lo presiente
por el crujir de ramas
que al pisar se hacen ceniza.

Pelaje de caballo bayo.

Secuestraron parte a parte
tu jirón de velo, tus azahares.

Tu vestido blanco, marchito por el suelo.

Mantis, el pelo volcado
enjuaga las camisas.



Viajar es leer con impaciencia
el libro escrito en el pasado.



Es la hora de las luces y el sol
se amasija en llamaradas.

¿Qué veo? canillas goteando
un agua de alegrías.

A lomo de la melancolía, viajo y veo.

Butacas vacías.

Hemos inventado los cines
el crujir del pop corn
en nuestra boca, la soledad
del mingitorio
con sus olorosos habitantes nocturnos.

Casamientos ruidosos.

Ya lo sabes
la olla será la condenada.

Un ojo creándosé a sí mismo
pensándose en el vello
del monte de Venus
tras la hendija de una puerta
entreabierta.




Un pueblo tiene, hermana mía
asesinos al volante
bandas de gaviotas en el surco de un tractor
la morfina de la víctima inocente
y una pared antigua, blanqueada por el sol.

La calle sueña guitarras
a tu paso, el puente, la alameda.

Olor a tu pollera, madurando
fuerte la cosecha.

Volante
Acelerador
Gaviotas
Morfina de víctima inocente.

La pared oscurecida por tu sombra

Guitarras mudas, cosecha
alzada verde.

Nosotros, pasando sin pasar
quedando siempre en ese rock
la imagen de tu muslo
servido en bandeja.




A viajar ligeros
que largo es el camino y tus piernas
de corcho, son tan largas.

Ahora tus calzones blancos
en la hierba.

El que espera se rinde
con los dedos enlazados.

Y son siete, las semillas
en el arco de la fertilidad
los cuadrantes al cenit
las mujeres muertas en el parto.

Siete los hijos machos
el séptimo, lobizón.

Con el rostro travestido, se ríe
una mueca lo atraviesa, y se ríe
lo cargo en el morral, mamacita
coya, joya del desierto
lo guardo en tu sombrero de viaje
con tu imagen en cuclillas
pariendo arcilla.

Carozo en su miel
un vástago inmediato.

Diré el tiempo ¿Obra o ready-made?.
Ahora diré ahora y con eso
ya me alcanza.

Crías rosas cálices para que se abran
y para que se abran.



Si pudiera mandarles la señal
pedirles que no salten
contra mío y a favor de su viento.

Hacerles lugar en el sombrero
y que grillen
las ideas más redondas.

El gruñido del motor
como ruido de stukas, es invitación
al crimen en masa.

Una señal en la estática
del viento, es un rockandroll
de tonos graves.



Ya no quiero viajar loco
con los ojos puestos
en un cielo de Van Gogh.

El crujir de esos grillos
negándose las alas.

Angeles imposibles
camino del desierto.

Te digo: voy a detenerme
a sacar el parabrisas
y esparcir migas de pan en los asientos.

Algo hay que hacer en contrario
de esta falta de fe
de esta inmolación propiciada
por ínfimos creyentes.



2. RrOSE


Nos ven pasar y se abren de amor
radiantes, los ojos de los solteros.

Cómplices sumergidos
en bordalesas, en tintos
mi vinito de la costa.

Nos desean ver, no saben
que somos work in progress
un arte hecho
de valijas que se pliegan
en los baños públicos y en los jardines
de señoras que hacen cinco para el té.

Como cuando París
y los lobos de los sauces
en plena floración.

París como una burbuja.

Cuando el champagne era
nuestro pequeño y perfecto corazón.



En mi sueño, hermana de piel
bajo una escalera caracol,
sólo desnudo.

Estallan los aplausos, voces
de sombrero al viento, caen
sus alas y se mueren
a mis pies.

Uno exclama en mi sueño
–Ruan es Ruan– piso el suelo
y doy cuenta de mí, aparte
de desnudo, ebrio.

Barco ebrio tambaleando
en un mar de sombreros.

El de la pluma es el tuyo.

Y yo deseo, como Rimbaud deseó.
Yo deseo, esas charcas de Europa
ningún mar.

Un niño de mano al sol.
Mariposa de Mayo.




Es la libertad de hablar
sin que me escuches.

Es mirar por tí y luego
decirles cosas a tus ojos.

Decirte: –veremos París–.

Decirte que Rrose tiene un sombrero
de largas plumas que me queda.

Hembras habrás tenido.

Una estola de zorro de calidad animal.

Paisajes habrás visto.

Pero no te veas a ti mismo.

Mira Rrose tiene tu sombrero.

Di deseo deseo deseo.

Yo no amaba a la hermana
deseaba
su modo de parecerse
furtivamente
a la madre y volver.




C«est la víe, mon cherie
mataremos a tu padre
sobre todo a tu madre.

Olvídate de las moscas, Rrose
porque veremos París
en medio de la nieve.

Te pido: –no olvides los zapatos
que el camino será largo, pero no sinuoso,
para sinuosos, los bucles de tu pelo
que cuando te nombro
se me meten por la boca.

Y rosa es tu piel de rosa, Rrose
y rosas tus espinas.





Somos dos discutiendo
el camino
para ser uno.

Discurriendo si el sentido
es una forma.

Solo nos faltan
flores de algún tipo.

Un modo de marchitez
en los floreros.

Creer que el deseo
es mirarse en un espejo.

Yo seré el que te golpee
el órgano de la emoción
con un trazo de óleo
resbalando sobre el vidrio.

El que sembrara en tu cuerpo
el carozo del retorno.

La palabra sexo no debería
tener sexo.

Si fuera dulce y pura
como la voz incantatoria de los niños.

La palabra sexo no debería
tener vergüenza.

Si fuera dulce y pura
como la boca incantatoria de los niños
cuando amamantan.





3. UNA CANCIóN


Gime, give me, power flowers
con la boca llena de castañas
y almendras.

Miénteme con la nuez de tu cuello.

Miéntele al realismo socialista.

Por aquella puerta, nena, se van
los posmodernos
a sus tecnoparaísos de monos de neón.

Gime, give me, demodee
al gran baile en el cielo
con diamantes.

Gime baby fang fang este vals
y al suelo tus túnicas
descoloridas y alegres.





IV. CARTAS


Una Helena, un Paris
juegan al amor en la hora de la siesta.

El cuerpo, Corpus Christie
la madre, Madre Deus.

No hay juego sin la mínima
posibilidad de perder.

Todo ese sol es Le soleil.

La túnica vacía el juego
que acabas de perder.




De modo que por fin
llegado el tiempo.

Después de tanta fruta.

Tan sólo pensar que yo
no quería seguir loco
o solo, o soliloquio.

Tanto pensar y creer
se ha convertido en mí
virtud moral involuntaria.

Y no he hallado una morena
digna de un retrato de Gauguin.

Ni he podido pitar de la boquilla
de ese hueco oloroso
ni entrar a su último grito
de victoria, ni al narcótico exquisito
ni a sus restos.

Ya no hay hembras que no sean
carne de bronceador.

Modelito de Dior, de Pierre Balmain
¿Cuál herida es, que estás cubriendo?
¿Sífilis, maquillaje a discreción?.

¿Cuál es la marca?





Llegó tu carta, pero no la fruta.


No te peines de noche
que retrasas los navíos.

Cada día se levanta y en la mesa
pone las cartas boca abajo
por las moscas.

No mandes fruta que las cartas
se pierden.

Al diez de corazones.

Al as de pique.

Ella dice que siente
dentro suyo el lento
deshacerse de los días
menstruales.

Llegó tu carta, y me cuentas
si acaso las moscas.

Soñaste un vientre que se abría.

Reina de diamantes.

Como fruta madura.

El color te lo diría
si así fuera.

El color lo va a decir.




Por las babas de Babel.

Aguanto esta marea
sin peces y partidas de buques.

Soy Marcel, y otro
mal rayo hubo
de partirme, en planos
de cristal entresacados.

Otro fantasma, contado
en los vidrios, por el vapor
y el dedo niño que soñó
por fugaces, sus mejores futuros.

Hemos conversado esto
arrojándonos epítetos
que comprometían la divinidad
en todos los sentidos.




Y nos preguntamos
por la verdad, tanto
que nos sentíamos incómodos.

Alguna vez, sublime
como un retrato de Picasso
en su período Juan Gris.

Quedará el work in progress
como el gran vidrio, suspense...

Sólo que no espero
que acabes mi obra.





V. CASI TAN-GO


No tengo el nombre
de los nombres.

No me avergüenza confesar
que estamos cómodos
los Duchamp viviendo con Duchamp.

Me avergüenza pensar
que quizás
quién me traduzca
a su desvergüenza
hará algo más
que dejar los puntos suspendidos
donde van
los puntos suspensivos.

Plenos y vigorosos y felices.

Huesos duros de una sopa.

Imposibles de roer.

Un tango melanco silbado
a media melodía.

Mientras todo transcurre

Película rara.

Quién entiende el argumento
se ahoga
en los ríos del autor.

Una charada que todos
aprueban.

Nadie es tan absolutamente
moderno.

Ni pueden confesar
quedarse afuera
con la esquirla atravesada.

Unas rosas no constituyen
un jardín.

Mejor no hablar de ciertas
trascendencias.

Como cinturas de reloj
de arena, ciñen el paso
al grano más complaciente.

Si tuviera que decidir
un gesto
un approach, un jab, un lento
caer sobre el cuadrilátero.

Entre tango melanco y película rara.





FIN.

 
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