En el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti
Desde el 24 de agosto hasta diciembre de 2024.
La instalación propone un relato individual -y a la vez, colectivo- sobre la ausencia, y sobre el reencuentro afectuoso desde el recuerdo.
Las acciones que se activan en este mecanismo son múltiples: recordar, homenajear, reescribir, abrazar, llorar, compartir, soltar… Para nombrar lo innombrable y, en cada acto, hacer memoria.
Mecanismo de acción materializa un proceso de reconstrucción y homenaje a mi padre, Félix Roisman, fallecido en 1994 en el atentado a la AMIA.
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La obra contó con el apoyo del Subsidio a la Creación del Fondo Metropolitano de las Artes 2022 y obtuvo la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes 2023.
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Texto curatorial | Por Leila Tschopp
Acerca de Mecanismo de acción como proceso y acto de memoria
I
¿Desde dónde comenzar a contar la historia?
Podría comenzarse por el hecho de esa muerte que sin dudas signó el futuro de todos los que quedaron. Es importante contar lo que pasó porque esa muerte se inscribe, además, en una tragedia que sufrieron no sólo los involucrados sino todo un país.
Pero resulta igual de importante recuperar lo que precede a esa muerte, porque allí también es donde Dina Roisman fue a buscar los hilos que la unían desde siempre a esa vida que fue y también la que podría haber sido; esa vida que quería honrar.
El 18 de julio de 1994, Félix Roisman falleció en el atentado a la AMIA. Dina, su hija, de entonces 20 años, se enteró de la noticia del atentado a través de una amiga. Recién al día siguiente encontraron el cuerpo de su padre después de una búsqueda incierta y desconcertante.
Félix Roisman era químico, investigador del CONICET en el Hospital de Clínicas, y ese día dejó su auto estacionado en las proximidades de la AMIA por las razones absurdas que conforman nuestras vidas. Su tesis doctoral se llamó “Mecanismo de acción de los compuestos del oro en la inflamación reumatoide” y Dina la encontró online en 2022 en la página de la Facultad de Ciencias Exactas, cuando buscaba registros de un homenaje que recordaba que le habían hecho. Ese título y ese componente, el oro, fueron una de las vías que permitieron reanudar ese pasado y modificar el presente a través de un acto de conmemoración. En 2023 encontró la tesis original, tipeada por las manos de su padre, y decidió incluirla en un video, como parte de la obra que ya se estaba preparando.
II
¿Cómo abordar lo que no se dice, lo que ha permanecido sin palabras durante tanto tiempo? Un hecho que no había sido compartido; que permanecía desconocido para muchos; nunca olvidado, pero apenas recordado por quienes sí lo conocían. Y, sin embargo, un hecho que seguía estando en carne viva; un asunto que quema.
¿Cómo ser interlocutora de esta historia cuando decide sacarse a la luz? ¿Cómo asumir semejante tarea con amorosidad y cuidado, también con distancia?
Trabajar a pesar del miedo: animarse a ver, a conmemorar, a “hacer memoria con“ otros. Reanudar el contacto con la historia, los objetos, los recuerdos propios y ajenos. Una obra lo hace posible; a través de ella podemos revincularnos con la herencia; por ella podemos permitirnos formular preguntas, relaciones, hacer memoria, homenajear.
III
Esta obra es una forma singular de la herencia. Hay materiales legados de una a otro y viceversa. “La herencia es ante todo obra de creación”, dice Vinciane Despret. “Una herencia no se recibe pasivamente, sino que se construye”[1] ¿Quién lega a quién? y ¿qué se lega? son preguntas que atraviesan el proceso. La obra representa algo de la vida de aquel que ya no está y, al mismo tiempo, se vuelve un legado para quien queda.
Una obra que comienza con la pregunta “¿qué se hace con esto?” Con los recuerdos, con el tiempo, con la muerte. La pregunta es un signo de estar lista para ponerse a trabajar; a partir de ahí hay algo por hacer.
El acto de escribir y reescribir fragmentos de textos y voces se convirtió en la operación principal que dio cuerpo a capas de memoria acumuladas y superpuestas. Un inventario de rastros y huellas del pasado en el presente; ráfagas de palabras escuchadas, recordadas, imaginadas; fórmulas y frases misteriosas, como códigos, extraídas de la tesis doctoral; anotaciones íntimas; hechos e interpretaciones; tachaduras y zonas borrosas.
La obra está compuesta por 250 placas acrílicas con textos manuscritos que apilan lugares de la memoria, tomados de distintas fuentes y vueltos a pasar por el cuerpo a través de la mano que escribe. La grilla base que las organiza contiene 96 placas que representan la suma de la edad de Félix al momento del atentado, 48, y la de Dina al momento de iniciar esta obra, también 48.
Deleuze y Guattari proponen que “el acto del monumento no es la memoria sino la fabulación”[2]. El acto mismo de conmemorar y hacer obra, es fabulatorio. ¿Qué pasa si…tengo su misma edad, si me pongo en su lugar, si la obra vincula esos dos momentos? Una edad que quedó congelada en el tiempo y una edad que se cumple en el presente y reanuda la historia.
El proceso de construcción de la obra, el proyecto, es también un acto de apropiación: volverse apropiada para una misma, para la historia que deshizo y reacomodó nuestra identidad a partir de un instante y para siempre, apropiada para la obra que hay que hacer existir. “Uno no existe por sí mismo; sólo existe realmente haciendo existir otra cosa”[3]. Es la obra la que los trajo hasta acá, y ellxs (Félix y Dina) trajeron a la obra. En un acto de hacer común, apostaron a reavivar la historia, a tejer nuevamente los fragmentos, a volver presente la memoria.
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[1] Vinciane Despret, Muertos a la obra, Ed. Cactus, Buenos Aires, 2024
[2] Gilles Deleuze y Félix Guattari en ¿Qué es la filosofía?, como se cita en Vinciane Despret en Muertos a la obra, op. cit.
[3] Vinciane Despret, Muertos a la obra, op. cit.
Registro fotográfico: Marianela Depetro
En los medios
Muestra en homenaje a un científico que fue víctima del atentado a la AMIA | Clarin.com
La obra como proceso y como acto de memoria | Página 12